Mis comienzos fueron, como suele decirse, construyendo la casa por el tejado, por lo que, como podrás imaginar, no fue nada fácil. Con apenas veinte años y en una etapa vital complicada, me centré en un objetivo claro: iniciar una carrera profesional como funcionario de policía. Gracias al inestimable apoyo de mi familia, al esfuerzo y la determinación en los momentos difíciles, conseguí superar el largo proceso de oposición y servir en esta profesión con gran orgullo y un profundo agradecimiento por todo lo que me ha enseñado y permitido vivir.

Con el tiempo, el ejercicio de mi labor en la especialidad de Policía Judicial despertó en mí un gran interés por el sistema legal. Siempre que tenía la oportunidad, asistía a juicios y observaba con fascinación su desarrollo: las intervenciones en las Salas de Vistas, los argumentos de las partes, los intereses en juego y las estrategias de defensa y acusación; en definitiva, la labor de la Administración de Justicia. Sin embargo, pronto comprobé que la aplicación de la ley no siempre se correspondía con lo previsto o pretendido en la norma, y que, en consecuencia, en ocasiones, el sistema podía resultar defectuoso o incluso injusto, causándonos enorme sufrimiento y desamparo a las personas.

Dramas aparte, las cosas son como son, pero quizá por esa razón decidí estudiar Derecho y seguir este camino, comprendiendo que la Justicia es un equilibrio entre el rigor de la ley y la complejidad de la vida.